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Barracuda en Cubapor Jorge Estimados compatriotas, me he sentido en Cuba, al leer esta historia y por eso quiero contarles la mía, también va la cosa sobre barracudas. Resulta, que debido al trabajo en un barco oceanográfico, en Cuba, pude conocer y disfrutar de lugares, que hoy por hoy, son accesibles a muy pocos y pescando, en una ocasión, sobre la provincia de Camagüey, en la cayería, cerca del cayo Palomo, me fui a pescar a la submarina con un marinero llamado Melquíades, mientras él remaba en su chalana plástica, a corta distancia, yo, me dedicaba a arponear pargos criollos sobre un cabezo, a cinco brasas de agua. Los ejemplares eran hermosos y podía escoger, ya en una ocasión, un lindo pez, de más de diez Kg., hizo que la varilla de mi rifle quedara inservible, teniendo que reemplazarla por otra de mayor diámetro. Bien a lo que iba; vi salir del cabezo un pargo jocú de 15-20 Kg., una bestia y le fui p'arriba como un torpedo, me posiciono, me descuelgo y a metro y medio le disparo, diana perfecta, lo subo al bote y ya en la embarcación comienza a forcejear y armar tremendo escándalo, cosa que provocó, que el resto de piezas se espantasen. Tonto yo, pensé, que esa era la causa. Al virarme sentí una picazón en mi espalda y eran aquellos ojos que me observaban a poca distancia, había llegado la dueña del "solar" y reclamaba su territorio; ¡la barracuda más grande, que en mi vida viese y a mi lado! Sin siquiera pensarlo apunté y el disparo de mi pobre fusil de aire comprimido, salió casi a ras de agua, dando en el blanco a unos cincuenta cm. del lugar inicial, al que apunté (por lo visto se mueven a velocidades espantosas). La varilla dio en su cuerpo, penetró, apenas 3cm y con un violento sacudión, se la quitó de encima. Espantado y aclamado por los gritos de Melquíades, literalmente volé y caí dentro del bote, entre pargos y peje perros moribundos. Mi primer álito de fuerzas fue para decirle a mi compañero: ¡Vámonos pál carajo que aquí se acabó la pesca!, salimos remando y unos cincuenta metros más o menos, me deslicé nuevamente, del bote al agua con el afán de seguir pescando (en realidad me comporté estúpidamente, sabiendo del peligro inminente de la picúa, pero mi curiosidad pudo con la lógica). Continué así unos quince minutos, hasta que escuché la voz de Melquíades, que entre risas y abucheos remaba como alma que lleva el diablo. Cual no sería mi sorpresa y estupor, al ver sobre tan frágil barca, el tremendo cuerpo de la barracuda, que sobresalía por la popa, enseñando una hermosa cola. De camino al barco (donde trabajaba y vivíamos en las travesías que realizábamos, Melquíades comenzó contándome, que él también se asustó cuando disparé así, sin más y al verme subir al bote todo pálido, a pesar del moreno del sol, comprendió el peligro que corrí, estando a merced de esa máquina devora peces, pero todo resultó ser mucho más sencillo ya que el disparo le fracturó el espinazo, quedando paralizada y panza arriba, trabajo le costó a mi amigo subir a bordo aquel tremendo pez de unos cuarenta Kg., midió un metro setenta y cinco y lo peor era, que ninguno del barco quería comerlo. Es posible, que sepan, que esta especie es muy venenosa y que la toxina se debe a un alga microscópica, que habita el arrecife en zonas tropicales y subtropicales y que debido al efecto que ejerce en peces pequeños y estos, a su vez, al ser devorados por los sucesivos de mayor tamaño, terminan siendo el paso siguiente en la cadena alimentaria y concluyen envenenando a los grandes depredadores, como las barracudas y por último al hombre. Los efectos de la ciguatera son terribles y estando en una zona tan aislada, como es la cayería, era lógica la negativa de probar de aquel pez. Yo, como siempre, propuse hacer las pruebas pertinentes, para comprobar si era ciguato o no el pez. Cogí del hígado en mi boca y tras comprobar que estaba dulzón, opté por meterle mano a la carne, la cual resultó un manjar. Lo corté en rodajas y lo guardé en el frío, en espera del próximo puerto. El banquete fue espectacular, pero claro solo un mi hogar con mi familia, ya que los demás, ni así lo quisieron probar. Amigos, en lo adelante y por si no lo saben; en tierra hay varias formas de determinar si el pez está ciguato o no. Lo primero es coger parte del hígado y probar si está dulzón, lo segundo es arrojar el resto a un hormiguero y un trozo de su carne dárselo a un gato o a una gallina, si con todo esto resulta que las hormigas se lo comen, al igual que las gallinas y el gato, otra forma es comprobar cuan fácil se caen las escamas al limpiarlo y si ha sido usted el agraciado en pescarla, recordar si dio batalla o se rindió fácilmente, ya que si está enfermo pierde muchas escamas, no tira con fuerzas y en ocasiones su carne es blanda o esponjosa. Hay que tener mil y un cuidado con estas criaturas y lo mejor de todo es cuando han picado, disfrutar de su captura y luego devolverlas al mar. Un saludo.
Jorge RESPETE LAS REGULACIONES DE PESCA DEL ESTADO DE LA FLORIDA ASI COMO LAS DEL SEVICIO DE GUARDACOSTAS Estimado lector, si tu también tienes alguna historia de pesca que desees compartir, cuéntanosla usando nuestra forma de contacto. |
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