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MIS ENCUENTROS FAVORITOS
Por Javier Duran
YURI
(Parte 1)
En este caso he de gritar, una vez más, “¡gracias,
gracias, gracias Sony!” El retorno de Yuri a las
grandes ligas y a la lista de artistas prioritarios de
la compañía, ha significado también su vuelta a mi
vida.
Hubo un tiempo en que estuvimos viajando juntos,
haciendo giras, promociones, etc. Durante 3 años
fuimos casi inseparables. Y me acabo de enterar que
fueron 36 meses porque eso es lo que duró el
matrimonio de mi sobrina Yuridia Valenzuela Canseco
con mi sobrino Fernando Iriarte Woodside. Después del
divorcio, los vi por separado pero no con tanta
frecuencia ni con tanta intensidad.
No recuerdo exactamente donde conocí a Yuri. Pero fue
en Miami, inmediatamente después de casarse con Fer.
Recordarán que fue en una fiesta de entrega de premios
de “TV y Novelas” en México, cuando Yuri decidió
abandonar su casa, contraer matrimonio con Fer y huir
con él. Se marchó con una mano delante y otra detrás.
Para echar tierra por medio y poder respirar más
libremente, firmaron contrato para hacer una gira por
Estados Unidos. Y ahí entré yo en acción.
Yuri era ya una gran estrella juvenil en el vecino
país, pero era una muchacha tan dulce y casi ingenua,
que no era consciente de su propia fama. Por eso, en
el primer lugar que se presentó, en el antiguo Teatro
Vicente Fernández de Chicago, se quedó de piedra
cuando nos enteramos de que el público que se quedó en
la calle (el teatro estaba abarrotado) quería entrar y
llegaron a romper una puerta.
Yuri comenzó a trabajar bastante y Fer se ocupaba de
cada detalle, pero teniendo en cuenta que comenzaron
desde cero, tuvo que pasar un tiempo hasta que la
cartilla de ahorros alcanzara un cierto nivel.
En una ocasión, lo recuerdo perfectamente, nos
encontrábamos en un elegante apartamento de Azcárraga
en Central Park de Nueva York, frente al Hotel Plaza,
donde se estaban quedando mis sobrinos, y Yuri tenía
una lista de ropas, maquillajes, etc., que quería
comprar, y Fer iba repasando la lista de lo que
costaba para saber si alcanzaba con el dinero que
tenían.
Seguramente de tantos lugares por donde viajamos,
algunos de los mejores recuerdos los guardo de San
Francisco. Nos habían colocado en el Hotel Gosvernor
en lo alto de la colina. El chofer nos dijo que “lo
llamáramos cuando quisiéramos bajar a la ciudad” y nos
dejó el teléfono. Jamás lo encontrábamos y tomábamos
un taxi.
En San Francisco comíamos todos los días en los
restaurantes del Grotto (donde eliges el pescado o el
marisco que te vas a comer, del mostrador) y
aplaudíamos a las focas. Allí tengo una de las fotos
preferidas de mi vida (y mira que me he tomado
millares de fotos) en la que estoy abrazando a mi
sobrina con el penal de Alcatraz al fondo.
En las tiendas del downtown también hubo una muestra
de su popularidad cuando entramos a comprar en un
almacén y salieron todos los mexicanos que trabajaban
allí para pedirle autógrafos.
En una ocasión, en que Yuri se iba a presentar en “El
Caché” de Los Ángeles, yo la acompañé en la recepción
a los medios que allí se ofreció, pero tenía que
dejarla allá y viajar a Nueva York para reunirme con
Lupita D’Alessio; no había forma de cambiar ese
compromiso (pues yo me ocupaba también de la prensa y
promoción de la gira de Lupe). Estaba tan acostumbrado
a Yuri, tan encariñado con ella, que cuando vino el
auto a buscarme para llevarme al aeropuerto, Yuri
salió hasta la calle a despedirme, nos abrazamos y
lloramos como dos niños huérfanos en una película de
guerra.
(Continua)
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