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MIS ENCUENTROS FAVORITOS
Por Javier Duran
ANGELICA MARIA
(Parte 1)
Estoy compartiendo un almuerzo en un
restaurante-terraza junto al Mandarin y me parece
mentira. Tengo a mi lado a la eterna "novia de
México", a la que tanto he querido y sigo queriendo,
pero el tiempo me alejó de ella en los últimos años.
La conocí personalmente en uno de mis primeros viajes
a Miami. Al terminar su show en los desaparecidos "Les
Violins", me la presentaron en el camerino. Ella
estaba muy molesta con el sonido porque había fallado
en algún momento (ninguno lo notamos, solo la artista
perfeccionista y autoexigente) y estaban presentes los
ejecutivos de su compañía de discos. Por hablar de
algo, le cité una película que ella había
protagonizado en España (también hasta allá llegó su
fama): "Fray Torero", con Paco Camino, dije yo, "con
Diego Puerta", me recordó ella.
Poco tiempo después, ya comencé a tratarla, a
compartir muchos momentos y a trabajar con ella (fue
"mi" primera estrella de este lado del Atlántico).
Durante un tiempo, fueron "días de vino y rosas". Su
matrimonio con Raúl Vale estaba abriendo la puerta de
la separación-divorcio y ella sopesaba entre dividir
su trabajo y su residencia entre México y Miami.
Todavía pude tratar a la pareja. Raúl hacía viajes y
salíamos a comer juntos. Asimismo, los días en que
estuvo actuando en "Les Violins", íbamos a todos los
shows (el suyo, dicho sea de paso, se podía repetir
con el mismo entusiasmo).
Angélica estaba a punto de "ser perdonada"
por Televisa. La habían vetado precisamente cuando se
casó con Raúl y él le produjo un show en el canal de
la competencia.
Raúl fue siempre, además de un gran artista, un gran
señor. Cuando venía a Miami, íbamos a los mejores
restaurantes, recuerdo vívidamente la primera vez que
fuimos a "El Cid" a comer angulas traídas de Galicia.
Me acuerdo también de un momento muy triste y difícil.
Yo conducía camino de los estudios del Canal 51, donde
iban a entrevistar a Angélica. La noche anterior, ya
tarde, regresando al hotel con Raúl, él me había
comentado que ella "sospechaba" de sus relaciones
extramaritales, pero que no existía nada de eso, que
era un temor infundado, que ella seguía siendo el amor
de su vida y que no debía perder su confianza, que por
nada podía pensar en vivir separado de ella.
Cuando se lo conté a Angélica, montó en cólera (la
única vez que he visto así a la mujer más educada,
simpática, cariñosa y dulce que haya conocido). "No
seas tonto -me dijo--, eso te lo dice para que luego
me lo cuentes a mí". Seguimos en silencio, pero desde
luego, ¡cuánta razón tenía!
Otro momento tensó, ocurrió en un restaurante (también
desaparecido, de mariscos en Flagler, cuyo dueño
Mayito atendía de maravilla). Angélica y Raúl estaban
tensos, su discusión giraba en torno a su hija
Angeliquita. Raúl quería que se dedicara a estudiar
solamente, mientras que ella (apoyada por su madre
doña Angélica Ortiz) parecía apoyar las dotes
artísticas de Angeliquita y su inconmensurable talento
y vocación, para pensar que le diera alas a sus sueños
y aptitudes.
Hay acontecimientos relacionados precisamente con esa
conversación, que les contaré en la segunda parte.
Por hoy, me despido recordando que, ya separados y
divorciados, al primero que me encontré fue a Raúl.
Pasó en los camerinos del Madison Square Garden de
Nueva York, donde habían organizado un Festival sobre
el Arte en México o algo así. Como suele ocurrir en
esos casos, no hablamos de Angélica y me presentó a
Arlette Pacheco, que estaba con él.
No sería así, todo lo contrario, la última vez que
comí con Raúl (en el elegante "Bice" de Coconut
Grove), lo acompañaba su última esposa Hanny. y se lo
cuento también en la próxima.
(Continua.)
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