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MIS ENCUENTROS FAVORITOS Adoro a Laura. Desde que nos hicimos amigos, cada vez que escucho el nombre de “Laura”, ya sea desde la vieja canción de Raphael “Nada soy sin Laura”, a la más moderna de Nek “Laura no está”, mis pensamientos vuelan a ella. Su nueva gira internacional, su éxito, el de su nuevo disco con el tema de “La madrastra”, su nuevo amor, etc., me llenan de satisfacción. Fuimos presentados en un corre-corre del Jackie Gleason en Miami Beach, en un Festival de la Hispanidad de Tele 5. Eso de “hola, ¿qué tal?, encantado”, mientras ella corría al escenario y yo departía con Ricky Martin y Miguel Bosé, que acababan de llegar de Madrid. Realmente, nos conocimos bien por una nevada de Nueva York, el día que se había desencadenado la llamada “tormenta del siglo”. Teníamos una cita en el Hotel Península y yo llamé antes (me encontraba muy cerca, en mi oficina de entonces, en la 57) para saber si se había cancelado por casi haberse paralizado Manhattan. “No, no, aquí estamos. Ven cuando quieras”. De esa forma, la conocí bien, me pudo dedicar más tiempo. Pasamos una tarde muy divertida, dialogando de muchas cosas (yo le hablaba en italiano, ella me respondía en español) y también hice buena amistad con su novio-marido-manager Alfredo. La noche anterior, cuando aún no se había desencadenado la tormenta, me contaron que habían pasado una velada muy romántica paseando y cenando por Manhattan. Pasaría el tiempo y nos volveríamos a ver en el Delano de Miami Beach. “No le hables de su novio Alfredo. Ya han roto y no hay que nombrarlo”, me advertían algunos de su entorno. Bueno, yo les tenía tanto cariño como pareja que lo nombré, ella me negó que hubieran roto. Me habló de su nueva vida y de sus padres. La acompañaba otro Road manager, también llamado Alfredo (vaya casualidad), pero solo porque “su Alfredo”, que ahora llevaba también la carrera de Nek, había decidido prescindir de los viajes y trabajar desde su oficina. En la siguiente ocasión en que coincidimos (esta vez en el Short Club), ya me confirmó ella misma el rompimiento, el final de ese gran amor que se había iniciado diez años antes. Ella había ganado en el Festival de San Remo y se instaló en Milán, con Alfredo. Desde entonces, diez años sin separarse, viajando juntos, soñando juntos y amándose. También es verdad que en el corazón de Laura todavía quedaban los rasguños de esa etapa. Cuando me haría sus confidencias frente al mar, me explicó que no me había mentido en nuestro encuentro anterior, sobre el rompimiento. Sino que en ocasiones eso había ocurrido, habían estado peleados por unos días y luego se habían reconciliado. En aquel momento existía una separación, que hubiera podido superarse. Ella lo esperaba y por eso se negaba a admitir que todo se había terminado. En el nuevo encuentro, en el National y de compras por Collins, la nueva Laura era evidente. Seguía viviendo en Milán, y ya no quería residir en Los Ángeles. Como anteriormente, había estado en Miami, compró una casa y a los dos meses, se percató de que no iba a quedarse a vivir. Es posible que fije su residencia estadounidense en Nueva York. Laura merece ser feliz y tener éxito, La vida y el destino le paga con su misma moneda, porque amor con amor se paga. |
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