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FLASH Por Edgar García Ochoa Mario Moreno “Cantinflas” Al cumplirse 10 años del fallecimiento del cómico mexicano, la revelación de que apenas visitaron su tumba 20 personas, resulta inconcebible, como siendo la popularidad que tuvo en vida y los millones de seguidores que tuvo a través de sus películas en varios continentes. A continuación, un par de recuerdos, de la vez que llevé al personaje a Cartagena, Colombia, con el único fin de conocerle, un sueño que siempre tuve de niño. Era un sueño de niño, que con el tiempo, parecía inalcanzable: conocer al famoso cómico. Ya siendo un periodista de cierta categoría traté de muchas maneras de conseguir que aceptara venir a Cartagena, para participar en eventos benéficos. Utilicé todos los medios. En México Juan Zapata Olivella hizo gestión, pero fracasó, también el apoderado taurino Manolo Lozano, y un compadre suyo, el entrenador de boxeo, Pancho Rosales. No había forma de que Cantinflas me parara bolas. Sin embargo, hice un último intento y escribí al embajador de Colombia en México, Ignacio Umaña de Brigard, y ¡albricias! Mario Moreno me contestó. En la carta decía que aceptaba gustoso mi invitación y me avisaba la fecha. Pero pasaba el tiempo y no volví a tener comunicación de él, hasta cuando fue invitado por el Festival de Cine de Cartagena. Víctor Nieto, sabiendo mi inquietud de años, me sugirió: -Si quieres tener a Cantinflas, para que disfrutes de su compañía, por qué no le haces una fiesta. -Magnífico- exclamé. -Solo que hay una condición. –siguió hablando- como la fiesta de bienvenida es en su honor, todos los gastos tienen que ser por tu cuenta. - No hay problema, Víctor- respondí. Con semejante oportunidad pensé para mis adentros, tendría que ser un fiestononon. Y así fue Invité a más de 100 personas, que comieron y bebieron hasta el amanecer. El show musical estuvo a cargo de una orquesta de mujeres del trompetista Chocolate Armenteros, del mago Borletti y dos orquestas de salsa. Cantinflas llegó un día antes de la fiesta y lo fui a buscar al aeropuerto. Vino con su secretario una persona de edad mayor, como él. El cómico ya tenía 75 años pero lucía muy bien, con sus varias cirugías a cuestas. Usaba suéteres especiales, para poder tapar bien el cuello, y botas de vaquero. Me pareció muy serio, tanto que en la mitad de la fiesta alguien gritó: ¿Cuándo vas a hacer de Cantinflas? Eso fué como un relámpago. Se transformó. Tomó el micrófono y comenzó a hacer su personaje durante media hora. La comida fue paella para todos. Me fue suministrada sin costo alguno para 100 personas por Patacón Benítez, quien igualmente dio el servicio. Lo hizo porque con la presencia del actor inauguré su Nautilus. El whisky estampillado me lo regaló el célebre Perro Villalobos, llamado el “rey del chance”. El puso una exigencia: daba todo el trago pero si yo me comprometía a sentarlo al lado de Cantinflas. Empeñé mi palabra, y cuando apareció vestido con sombrero de ala inglesa, corbatín de mariposa, los labios como unas llantas y vestido de verde de arriba abajo- parecía un artista tropical- le causó mucha gracia al anfitrión. Hice una mezcolanza entre los invitados. Allí estaban periodistas, como Germán Santamaría, la actual canciller María Emma Mejía, el alcalde y el gobernador de la ciudad, los comentaristas deportivos de moda, entre ellos, Napoleón Perea Castro, que filmó toda la fiesta y esa cinta la tiene su familia. Hubo varios episodios dignos de recordarse. Cada persona invitada quería tener un recuerdo fotográfico de Cantinflas y se hizo una fila, hasta cuando él dijo “Ya basta”. Entre los invitados se encontraba el dueño de una famosa casa de citas de nombre El niño de oro. El se llamaba Nicolás Vásquez y le decían “El niño de las monjas”, porque había sido chofer de un convento. Cuando hizo la fila para la foto, le expliqué a Cantinflas quien era: -Doctor moreno, este caballero tiene un lugar de 80 mujeres muy ricas…” ¿Tantas para mi solito? – bromeó el cómico. -Si, afirmó Vásquez muy serio. -Edgard – acotó Cantinflas- arregla todo para mañana. Solamente iremos tú y yo, y mi secretario. Al día siguiente, todo estaba listo en el Niño de Oro para su llegada. Todas las damas se habían arreglado para la ocasión y habían contratado una banda de vientos. Fui a recoger al cómico al hotel Caribe a las 12 del día y me contestó con estas palabras:
Se quedó Nicolás Vásquez con su fiesta arreglada. Después de esa fiesta volvía ver a Cantinflas, pues quería conocer un sitio típico de pescadores y lo complací con mi compadre el boxeador Kid Peche. Y luego recibí varios recados de él desde México, y de mi amiga Rebeca Torres, periodista actualmente en Bogotá, quien en esa época estudiaba en México, y gracias al teléfono que le dí, terminó siendo amiga de tan famosa gloria del humorismo cinematográfico. Y no podía faltar un recuerdo final. Resulta que Cantinflas, durante la memorable fiesta, se quejaba porque la paella no llegaba y tenía mucha hambre. Se lo hice saber al cocinero del Nautilus y lo que ocurrió parece calcado de una película de Buñuel. El chef y tres meseros cargaron la descomunal olla y se la pusieron frente a él, como diciendo: “Escoja usted…”Aquello me pareció ridículo. |
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