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FLASH Por Edgar García Ochoa (Segunda parte)
Ganaba 6 pesos a la semana, un peso diario. Ese fue mi primer trabajo. Después seguí en otros puestos sin importancia pero seguí preparándome y estudiando comercialmente. Fui asistente del inspector de caja del Banco de Colombia, que queda frente a Avianca, allí laboraba con mi camisita, cuellito de corbata, y ganaba $125 al mes; en esa época era un billetico. Se mudo mi padre y me quedé con mi madre viuda, solo, porque a mi hermano no lo vi. más. Le dije a mi mamá: “tengo $130, te doy $100 y me quedo con $30 para el mes”. Y empiezo a reunirme con los empleados del banco en el parque San José, frente al Astral, en la calle Caldas, allí pasábamos la gallada, los pelaos, y empiezo a hacer mis contactos y aparece un muchacho que está hoy en Nueva York. Él viene mucho por aquí, es Oswaldo Villanigre y me dice: “¿tú quieres trabajar en la radio?”… ya que me oye hablando y le gusto mi entonación, y le contesto: “para ayer es tarde”… “Voy a llevarte a la Voz de la Patria” Allí estaba el maestro Camacho y Cano y catalán, Pérez Doménech. Entonces Oswaldo me presenta a Don Clemente, un viejo bastante huraño, pero con una corazón muy grande. Entonces el viejo me vio y hubo ‘quimba’ entre los dos. “¿Quieres ser locutor?”. En esa época se estaban haciendo las licencias de primera para hacer leer noticias, y yo tenía mi título en inglés, como traductor bilingüe. Me dice, “aquí llegan algunos discos de la Embajada de los Estados Unidos, de las corresponsales de la metrópolis, tradúzcalos y hable, haga el programa”. Lo hice y al viejo le gustó y me quedé. Ahí estaba Ernesto Portacio. La primera grabación que hice fue una salida que hicimos a Maracaibo con la orquesta de Lucho Rodríguez Moreno, yo era el crooner, cantante romántico y grabé un bolero, y Tomasito Rodríguez grabó una guaracha. Era la primera grabación comercial que hacía. El título era “Mucho Mucho” un bolero cubano. Eso se perdió; de ese tiempo no tengo ningún documento. Fui locutor por la facilidad del idioma como pronunciaba bien el inglés; era casi en la guerra mundial del 45. Venían las noticias en inglés por el teletipo. Me decía Vallaso “usted le da el acento que tiene el idioma inglés”. Trabajando ahí me sale una oportunidad, reemplazando a un cantante ecuatoriano que tenía de bolerista el maestro Julio Daza y a él como cantaba los boleros. Me pagaba una suma superior a lo de la radio, recibía cincuenta pesos por baile, y eran 3 a la semana como mínimo, por lo que llevaba $150 cada 7 días a casa. En la emisora tenía como compañeros a Oswaldo Villanigre, Luis Parnesio Portacio, al profesor Camacho, con sus programas didácticos musicales, y el internacionalista Pérez Doménech. De Parnesio Portacio, tengo una anécdota muy linda: él fue director de una emisora de Buenaventura, me mandó un contrato; yo venía de la Habana y me hospedé en el hotel “La Estación” en Buenaventura. Allí había una despampanante hembra y le pregunté “¿cuántos ganas al mes?” Y me dijo “$150”. Y le dije, “tienes $300 y vente con migo una semana a Bogotá”. Había un tren de Buenaventura para subir a Cali y después a Bogotá; nos quedamos en Bogotá pero ella quería ir también a la Habana, pero no la llevé, ella quería seguirme, pero yo tenía unas leonas esperándome allá, sin embargo ella se compró el tiquete y se fue a la capital cubana. También me pasó igual con una chilena en el Perú. Este país tuvo una época donde llegaban mujeres de todo el mundo para las Boites. Les llamaban “alternadoras” o “ficheras”. En Venezuela también existían esas formidables mujeres ¡eran unos toletes de hembras! Eran los tiempos del mambo con bikini. Recuerdo una argentina con piel de nácar que tenía un lunar marrón que me enloquecía. Ella se empató con migo… tremendo romance. Allá apareció igualmente en la Habana. Definitivamente en la flor de la juventud las volvía locas a todas y no es exageración. No hay palabras para describir los sentimientos que nos embargan, no solamente a mí, estoy seguro que a cualquier barranquillero que por los avatares de la vida se mantiene un poquito equidistante, una distancia temporal, pero para mí es una vaina, mira que yo soy una persona que me precio de tener un buen léxico. Cuando me toca describir a Barranquilla me llega esta frase: “Barranquilla es para mí, una ciudad mágica”, tiene magia, yo lo he venido corroborando después de mis viajes por tantos continentes. He conocido muchas ciudades y la magia de Barranquilla radica en que hay muchos que viven aquí y que dicen que son barranquilleros y son barranquilleros asimilados. Te voy a decir el por qué de la magia de Barranquilla: mi madre era cachaca, fue traída de brazos de mi abuelo a Barranquilla. Yo soy un corroncho, hijo de cachaca, mi vieja no acepta la broma porque yo le decía, “mamá, tu eres una barranquillera reencauchada” y a ella no le gustaba, decía: “¡qué falta de respeto es esa!”, y aseguraba que era de Barranquilla. Yo conozco ilustres loriqueros que adoran a Barranquilla, los Char, y son eminentemente barranquilleros. Tú eres de Sincelejo y adoras a Barranquilla. Y una cosa que yo le debo a Barranquilla es que yo bebí, abrevé, la idiosincrasia nuestra de que nosotros somos tan extrovertidos, tan amigueros, el diálogo muerto, es un diálogo que rompe paradigmas, no somos protocolarios, el ser corroncho es un patrimonio de nosotros los barranquilleros. El corroncho hay que saberlo ejercer. Hice una descripción de un típico corroncho, un señor con su barriga cervecera, en short, pantuflas, en la recepción del hotel, pero es un tipo de una cultura y un apellido de ancestro, aristócrata, pero defeca y todo, es corroncho bacano. Un amigo describió a Colombia “tu tierra es una putería”. Hablemos ahora de la Sonora Matancera: yo nunca me salí de la agrupación, el arte de vivir en este mundo, es saber trajinar con las dificultades y con los oponentes. Viviendo en la Habana con mucho éxito un día recibo una llamada telefónica desde Barranquilla de Don Roberto Esper que en esa época traía artistas internacionales. Pensé que me llamaba para contratarme a mí, pero no, con Bienvenido Granda. Y me dijo que había disponibles para él 1500 dólares por dos semanas de actuación, una suma astronómica, en lejanía con lo que ganaban los cantantes y músicos de la Sonora; había mucha explotación por parte del director. Cuando yo le dije a Bienvenido lo del contrato y lo que iba a ganar, me dijo que no le dijera nada al director de la Sonora porque después no lo dejaba ir. Y me dijo que no volvería, que ese dinero era mucho y que se iba para otra parte y no volvió. Eso molestó a Rogelio que pensó que yo tenía que ver con ese contrato y no fue así. Pero, luego de ese episodio, Rogelio dijo un día en una memorable entrevista que la memoria de la Sonora era Nelson Pinedo y lo manifestó en México cuando nos hicieron el homenaje donde el gobernador del Distrito Federal nos condecoró. Y los periodistas en la rueda de prensa le preguntaron que quién hablaría en nombre de la Sonora y Rogelio dijo que lo haría yo. Y es curiosa esa distinción porque yo no tenía nada que ver con la Sonora, yo simplemente era contratado nada más. Si yo hubiera seguido con bronca con Rogelio no me beneficiaba en nada, yo usé lo del viejo zorro, le fui dando a entender quién era yo, con un puño de hierro envuelto en un guante de terciopelo. Rogelio: tú eres un corrupto de tu madre, dueño de la Sonora pero te encontraste con una corroncho rebolero triple hijueputa. La Sonora se acabó porque se murieron todos, quedaron dos, el marido de Celia que no ejerce y el primer trompetista Calixto que está en un geriátrico en Nueva York. Tiene un año más que el Papa. Tiene todos los años. Mira el cambio que yo le di a la situación, que Rogelio llegó a pensar que el único que podía hacer la segunda etapa de la Sonora era una persona como yo y eso se llegó a hablar. Yo tengo una carpeta que se llama “La Nueva era de la Matancera”, le monté un jingle: “la nueva era de la Matancera es la que llega con su rico son”. Yo me encontré en Nueva York con un venezolano que me dijo: “Nelson, qué dinero necesita usted y qué proyecto puede montarme para la segunda etapa de la Sonora Matancera”. Le dije: “bueno, yo lo tengo escrito y le tengo el título ‘La Nueva era de la Sonora Matancera’. Hay que montar tres oficinas: una en caracas, otra en Miami, y otra en Nueva York. Yo voy a hacer un nueva Sonora. Todos los músicos se jubilan, pensionados con sueldo, se quedan en sus casas. Rogelio jubilado, pensionado, con sueldo de participación de lo que ese proyecto produzca como fundador y creador, y aparecerá una nueva era de la Matancera con artistas jóvenes, un tren delantero de cantantes, con una guitarra que a él no se le oyó, aparecerá una guitarra eléctrica, con un suuing moderno tipo Shakira, eso con mi criterio”. El millonario dijo, “esa vaina es para ayer”, y yo le digo, “espérate, hay que hablar con Rogelio”. “Entonces lo dejo a tu disposición”, manifestó el venezolano. Contrata una limusina blanca, esa vaina es largísimo, tiene una bisagra por el medio para doblar las esquinas y me voy a Corona, el vive allí en Queens en un edificio chiquito que se compró. Yo era uno de los pocos cantantes que le decía “Yeyo” por Rogelio, pero tenía un apodo más cariñoso, las hermanas de Rogelio le decía Gallego, pues el padre de Rogelio era Gallego, el tiene hermanas en Galicia, cuando le dije, “Yeyo”, el dijo: “es Nelson”. Le pregunté: “¿qué piensas hacer esta noche?, te voy a invitar a cenar; te busco a las 7”. Me presento con la limusina y el empresario venezolano. Cuando baja, -él era muy radical en sus expresiones-, me pregunta: “¿y eso qué es?” “Lo que tú te mereces. Es una cena donde vamos a hablar lo que tu me dijiste una vez, Rogelio, vamos a hablar de negocios” Fuimos al restaurante de un amigo mío en Queens con comida argentina. Eso lo habíamos hablado, habíamos tenido una conversación en México, la vez que fuimos con Carlos Argentino. Le muestro la carpeta. Ese día a Rogelio se le salieron las lagrimas cuando se dirigió a mí, dándome a entender que había sido injusto conmigo. Él estaba con su hijo de Elpidio y el bajista Pinedo y yo, porque él pensaba que Elpidio junto con el hijo podían heredar la Sonora, pero me involucrarán a mí, porque Rogelio vio como fui tratando ese asunto que se produjo con Robertico. Yo que llegué toreando, buena muleta y siempre con los míos, me lo fui ganando. Sacó un pañuelo y se secó las lágrimas. Con nosotros estaba su ahijado y su hijo y dijo: “mira Nelson, hay una idea, yo quiero legarle a mi hijo y a Elpidio la parte musical, pero se necesita un hombre con empresa como tú que abrigue y abrace el proyecto con el amor que tú le tienes a la sonora, yo se que tú amas a la sonora, me lo has demostrado”. Eso fue un encierro que tuvimos en México, “esto es tan serio que necesita de tres reuniones, esta es la primera la segunda yo con tigo, no se dónde y la última cuando cierres”. Así hablo yo. Al negocio hay que darle tres caras, tres reuniones. 1) Planteamiento de motivación 2) estructuración 3) firmar y ahí no hay marcha atrás. El segundo fue en Nueva York. Con la carpeta, este es el proyecto. “Bueno Nelson, perfecto, déjame consultarlo con mi abogado”, era lógico porque allí estaba planteada la escritura. Él se bajaba del escenario. Bajarlo era muy jodido porque él iba a querer quedarse en el escenario, pero yo veía a esa persona parada ahí con una guitarra en la mano, era un punto antiestético, desfasado, pero yo tenía que bajarlo con vaselina. Cuando yo le abro la puerta le digo lo que él representa, él era el propietario de la Sonora, del proyecto, que él seguía como director vitalicio, con sueldo y participación y un porcentaje a negociar, todo lo que produjera la venta de libros, discos, películas, conciertos, eso era un proyecto de la puta madre que todavía se puede hacer. Segunda etapa de las tres conversaciones: cuando él vio el proyecto anterior que tenía que bajarse, dijo: “okey”, dobló la carpeta y yo me eché para atrás, ahí vi que ya no estaba interesado, me dijo “yo te llamo tan pronto tenga respuesta de mi abogado”. Al día siguiente sonó el teléfono y le dije: “vaya Yeyo, ¿qué pasó?”. “Mira Nelson, consulté con mi abogado y me dice que no es prudente que yo le de luz verde a ese tipo de proyecto que es hermoso, muy bueno que tu lo has hecho con una calidad del carajo, tú sabes que tengo que consultarlo con el abogado”. Yo tuve ganas de decirle: “Yeyo, déjate de mamarme galo, estás hablando con un veterano”. Pero yo no quería volver a enredarme, además la decisión la toma uno, el abogado está para respaldar esa decisión. |
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